“Que bonita es esta vida, aunque a veces duela tanto y a pesar de los pesares siempre hay alguien que nos quiere, siempre hay alguien que nos cuida."
viernes, 23 de julio de 2010

TREINTA MINUTOS TARDE...

Era un dolor de cabeza torturante, agudo, persistente: un dolor que
no presagiaba nada bueno. Así que Miguel Encinas Alcántara, de
sesenta y tres años de edad y vecino de Chalco, México, decidió ir al
hospital. Lo acompañaron algunos familiares, y llegó al hospital del
pueblo a las 6:30 de la mañana, exactamente. Pero en el hospital no
comenzaban a atender sino hasta las 7:00. Los familiares y el enfermo
mismo clamaron, rogaron e insistieron, pero el reglamento era
inflexible, de modo que no lo atendieron.

Alcántara murió a las 6:55 de la mañana, cinco minutos antes de la
hora de apertura. Un médico, cuando se dio cuenta del caso, hizo el
siguiente comentario: "Muchos llegan al hospital treinta minutos
tarde para salvarles la vida. Éste llegó treinta minutos temprano."

Si hay algo en la vida que es imposible predecir es la hora de la
muerte. Hasta especialistas en medicina se confunden en cuanto a cómo
un paciente parece burlarse de sus predicciones. El enfermo que
aparenta estar a la puerta de la muerte puede vivir muchos años más,
mientras que personas con la más robusta salud mueren de repente.

Lo cierto es que el que menos entiende de la hora de su muerte es uno
mismo. No sabemos cuándo hemos de pasar al otro lado. Más aún, no
queremos ni hablar de nuestra muerte. Y sin embargo la muerte forma
parte de la vida tanto como la vida misma. Lo único que es
absolutamente seguro en la vida es la muerte. De todas las cosas
ciertas en la vida, la más cierta es la muerte.

¿Qué nos debe decir esto? Que lo que más merece preparación es lo que
no se puede evitar. Pero ¿cómo se prepara uno para la muerte?

Una parte de esa preparación tiene que ver con los que quedan en
vida. Cualquier instrucción relacionada con la ceremonia fúnebre debe
dejarse en orden. Además, todo lo que tenga que ver con la
disposición de nuestros bienes debe arreglarse en vida. Son arreglos
que tienen que ceñirse a disposiciones legales.

Sin embargo, más importante que todo esto es lo de nuestra alma. Cada
quien determina dónde pasará la eternidad, y esa es una determinación
que tiene que hacerse en vida.

Jesucristo dijo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie llega
al Padre sino por Mí" (Juan 14:6). Él es la puerta a la vida eterna.
Pero hay que entrar por esa puerta mientras todavía vivimos.
Invitémoslo a ser el Señor de nuestra vida. Él desea tenernos a su
lado por toda la eternidad. Digámosle: "Señor, sé tú mi Salvador."

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